The Godfather (El Padrino en España e Hispanoamérica) se ha disputado el primer y segundo lugar de las mejores películas de la historia durante las últimas tres décadas.
El liderazgo, ya sea en el cine o en la vida real, enfrenta retos comunes: el peso de las decisiones, la responsabilidad sobre otros y, a veces, la soledad. Este artículo utiliza la obra cinematográfica de Mario Puzo como una herramienta narrativa para reflexionar sobre la soledad que puede experimentar un CEO o líder empresarial. No es una equiparación moral, sino una analogía para explorar la humanidad detrás del poder y las decisiones difíciles. ¿Qué reflexiones nos deja esta cinta desde la mirada cotidiana de la soledad del CEO o máximo responsable de la organización?
«El Padrino: Parte II» (1974), dirigida por Francis Ford Coppola. En particular, la escena final, donde Michael Corleone (interpretado por Al Pacino) está sentado solo en su finca, mirando al vacío, capta la soledad inherente a su posición como máximo responsable de la familia.
Michael Corleone en “El Padrino. Parte II” encarna la soledad que puede surgir del liderazgo extremo. A medida que toma decisiones drásticas para proteger el negocio familiar, se separa de las personas que ama, perdiendo a su esposa y distanciándose de sus hijos. Este sacrificio emocional lo lleva a comprometer valores personales y relaciones en favor del poder y la protección del legado familiar. Aunque logra consolidar su liderazgo y alcanzar el éxito, el coste personal es asolador. Michael se convierte en una figura trágica, aislada, incapaz de confiar en nadie, cargando con el peso de sus decisiones, mostrando que el poder, sin conexión humana, puede ser profundamente solitario. Una magistral actuación que Al Pacino escenifica de forma soberbia.
La principal diferencia entre Michael y su padre, Vito Corleone, protagonizado por Marlon Brando, desde la óptica del management como CEO de su particular empresa, radica en su enfoque hacia las relaciones y la conexión humana. Vito, aunque igualmente poderoso y estratégico como su hijo, lidera con un fuerte sentido de comunidad y lealtad, construyendo su organización a través de relaciones personales sólidas, empatía y respeto, lo que le permite equilibrar su rol de líder con su vida familiar. Michael, en cambio, adopta un estilo de liderazgo más frío y calculador, priorizando la eficiencia y la protección del negocio a cualquier precio, lo que lo aísla emocionalmente.
Mientras Vito inspira confianza y construye alianzas basadas en la reciprocidad, Michael lidera desde el miedo y la desconfianza, sacrificando relaciones personales y valores en el proceso, lo que lo lleva a un éxito vacío y a una gran soledad. Una desconexión que Vito logra evitar en la primera entrega de esta trilogía dirigida por Francis Ford Coppola.

En este artículo, comparar la figura del CEO con los capos de la mafia de Mario Puzo no busca glorificar la ilegalidad ni desmerecer el trabajo empresarial, sino destacar aspectos universales del liderazgo y el poder que trascienden el contexto. Tanto en el mundo empresarial como en la narrativa de esta trilogía de la mafia, los líderes enfrentan dilemas éticos, decisiones solitarias y el peso de la responsabilidad sobre sus organizaciones. Usar estas historias como analogía permite explorar las dinámicas humanas, como la lealtad, la ambición y el sacrificio, que también intervienen en la gestión empresarial. Es una herramienta narrativa para reflexionar, no una equiparación literal.
Dejemos el cine y los coloquios de “La clave” que otrora moderara el periodista Jose Luís Balbín. Para hablar de la soledad del CEO de una empresa pequeña y posibles vías de actuación, esta vez fuera de plató, al calor del pretexto de una soledad cinematográfica. Quizás la más vista en la historia del cine.